Obvio no es cualquier padrino, es el P:. M :., el maestro por excelencia, la base de nuestra fraternidad.
Es el maestro invisible, que de pronto nos invita a una iniciación, la nuestra. Y que a partir de entonces nos cobija.
No siempre es en este orden, pero es quien nos pone un golpe de M:. en el momento preciso y necesario, justo para devastar esa imperfección que nadie más había advertido.
Es un padrino por afecto, no por compromiso. Es muy curioso porque él escoje al ahijado y no al revés. Aquí no hay niños, solo dos adultos, uno el aprendiz y el otro el maestro, y juntos recorrerán un largo camino de aprendizaje y autoconocimiento.
No siempre reconocemos el valor de nuestro padrino, y quizás algunos no han tenido la fortuna de contar con uno que se merezca en verdad este título, pero a todos los F:.M:. que sí tenemos esta suerte les envío un T:.A:.F:.
El Sibarel, celebrando el día del padrino
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