Resulta que no es nuestra "palabra secreta" sino el nombre alquímico del acído sulfúrico. Se asocia en el siglo VIII al alquimista Jabir ibn Hayyan.
Paulo Coelho lo cita en su libro Verónica Decide Morir, como una sustancia contaminante de la amargura en el ser humano y que sólo puede ser superada por el amor.
Lo interesante es que los alquimistas antiguos lo usaban para destilar otros metales, rectificarlos.
Es interesante entonces la semejanza de este efecto y nuestra palabra, pues se le consideraba la base de la "piedra filosofal", la piedra oculta de los sabios, pero no lo repitan, hay que saber callar.
El Sibarel, non stop
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