Aun no he tenido tiempo de leerlo, confío en que ya llegará el momento, pero por ahora ofrezco los últimos párrafos de este autor.
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Hoy, cuando la falta de fe se propaga con un aceleramiento pavoroso, debe
considerarse si hay que seguir excluyendo de los muros de la Ciudad de Dios
aquellos que siguieron creyendo y cultivan su fe dentro de una Institución que
la exige. Éstos son los miembros de la gran familia de la Masonería Clásica,
quienes ornan sus tenidas con la Biblia.
Será un júbilo en cielo y tierra si la humanidad diera un paso más hacia la
paz universal, cuya realización depende tanto de Su Santidad; y el mundo será
más bello y más limpio con un odio menos.
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Me parece que esta petición cayó en el desierto, y la explicación tal vez sea simple; no es tan simple volver a unir a estas instituciones. Si bien hay muchas cercanías masónicas con otras instituciones cristianas, con la iglesia católica el asunto es más complicado, pues primero ésta debe resolver sus diferencias con aquellas instituciones. Solo se trata de lograr la paz entre todas estas instituciones que centran su quehacer desde el espíritu humano hacia lo más alto.
El Sibarel, reconciliador pero no tanto
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